Una fría tarde de invierno, hace mucho tiempo, cuando no existían semáforos, ni pasos de cebra, ni más coches que los tirados por caballos, una niña vendía cerillas por las calles. Cuando se hizo de noche empezó a nevar, pero la niña no se atrevía a volver a casa porque no había vendido ninguna cerilla, y temía que su padre la pegase; pero, como era nochebuena, había mucha gente por todas partes y no perdía la esperanza de vender alguna. Al cruzar la calle, de pronto apareció un carruaje que iba muy deprisa. La niña tuvo que echar a correr para que no la atropellara, y entonces perdió las zapatillas. Eran de su madre y le quedaban grandes. Una la recogió un chiquillo, pero en vez de devolvérsela, dijo que se la quedaba para hacer una cuna a sus hijos cuando los tuviera... ¡ya ves lo grande que sería la zapatilla! Y de la otra...., nunca más se supo. La pobre niña tuvo que seguir andando descalza y los pies se le iban enfriando cada vez más; y, además ¡no paraba de nevar!...